martes, 12 de junio de 2012

La Leyenda de Rosa


Durante siglos las aguas han bañado las costas del mediterráneo y miles de personas han sido conquistadas por el canto y la belleza de las Nereidas. Hadas que custodian las aguas ayudando sin pedir nada. A cambio han recibido ofrendas mientras forjaban leyendas de sus altruistas hazañas. Y todos pensaban que estas criaturas mágicas estarían eternamente para servir a la humanidad con la misma sonrisa que aparecen cuando emergen de entre las aguas... pero al sumergirse, ellas se sentían desoladas y no correspondidas, surcando en sueños una vida de placer a la vera del mar. Esperanzadas de ver el mar desde la tierra y el cielo... acompañadas.

Siglos han pasado desde el conocimiento de su existencia y es aquí donde, quizás por ironías del destino o por las ganas de ser algo distinto, se forja esta leyenda.

Nereida perdida por la Costa Blanca, que encuentra tierra para estirar por primera vez sus piernas. Con temor de mirar atrás y volver a ver su hogar, con temor de mirar hacia adelante y no encontrar nueva lumbre. Durante años reinó con tez melancólica la isla de Tabarca acostumbrándose al exterior de los mares, contagiando su hermosura y pureza a la fauna. Luego dicen las lenguas que volvió al mar para llegar hasta la Albufera. Nereida renegada que se convierte en Drinfa, Drinfa desolada que se convierte en humana.

Criatura de luz con alma oscura por la soledad. Invertiendose el interior por el exterior... con un alma clara y un pelo oscuro alabando unos preciosos ojos marrones en honor a su nuevo hogar, la tierra. Un sábado 30 de marzo de 1985 un hechizo la reencarno en un precioso bebe emotivo, nombrado Rosa por venir de entre las flores, por traer consigo su aroma, su colores vivos y alegres que antaño reinaron su cuerpo de ninfa y sobretodo por ser la flor mas pasional de todas.

Años han pasado y aun perdida, buscando su lugar observa el mar mientras las olas riegan sus pies, sus raíces... que la purifican de toda perdida de esperanza, que la impiden marchitar. Por muchos pétalos que le roben, por muchas espinas que tenga clavadas en su cuerpo; nunca podrán agostar sus ganas de encontrar un lugar, encontrar un amor, encontrar la felicidad. Esa felicidad que añoraba en el fondo del mar.

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