Durante siglos las aguas han bañado
las costas del mediterráneo y miles de personas han sido
conquistadas por el canto y la belleza de las Nereidas. Hadas que
custodian las aguas ayudando sin pedir nada. A cambio han recibido
ofrendas mientras forjaban leyendas de sus altruistas hazañas. Y
todos pensaban que estas criaturas mágicas estarían eternamente
para servir a la humanidad con la misma sonrisa que aparecen cuando
emergen de entre las aguas... pero al sumergirse, ellas se sentían
desoladas y no correspondidas, surcando en sueños una vida de placer
a la vera del mar. Esperanzadas de ver el mar desde la tierra y el
cielo... acompañadas.
Siglos han pasado desde el conocimiento
de su existencia y es aquí donde, quizás por ironías del destino o
por las ganas de ser algo distinto, se forja esta leyenda.
Nereida perdida por la Costa Blanca,
que encuentra tierra para estirar por primera vez sus piernas. Con
temor de mirar atrás y volver a ver su hogar, con temor de mirar
hacia adelante y no encontrar nueva lumbre. Durante años reinó con
tez melancólica la isla de Tabarca acostumbrándose al exterior de
los mares, contagiando su hermosura y pureza a la fauna. Luego dicen
las lenguas que volvió al mar para llegar hasta la Albufera. Nereida
renegada que se convierte en Drinfa, Drinfa desolada que se convierte
en humana.
Criatura de luz con alma oscura por la
soledad. Invertiendose el interior por el exterior... con un alma
clara y un pelo oscuro alabando unos preciosos ojos marrones en honor
a su nuevo hogar, la tierra. Un sábado 30 de marzo de 1985 un
hechizo la reencarno en un precioso bebe emotivo, nombrado Rosa por
venir de entre las flores, por traer consigo su aroma, su colores
vivos y alegres que antaño reinaron su cuerpo de ninfa y sobretodo
por ser la flor mas pasional de todas.
Años han pasado y aun perdida,
buscando su lugar observa el mar mientras las olas riegan sus pies,
sus raíces... que la purifican de toda perdida de esperanza, que la
impiden marchitar. Por muchos pétalos que le roben, por muchas
espinas que tenga clavadas en su cuerpo; nunca podrán agostar sus
ganas de encontrar un lugar, encontrar un amor, encontrar la
felicidad. Esa felicidad que añoraba en el fondo del mar.
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