domingo, 2 de mayo de 2010

Descarga de conciencia. Capitulo I: Dudas innecesarias y el oráculo del llanto

Cual cuento de hadas la vida me sonreía un futuro prospero y feliz. Tantos planes y tan poco tiempo. Mi vida se dividía entre el placer y la armonía. La familia era uno de los pilares de mi existencia, pues he de admitir que siempre fueron buenos conmigo. Pero todo quizás no quedaba allí, secretos irrevelables que dañarían mi nueva faceta o mi grado de madurez.

Corrían los últimos meses del año a una velocidad espantosa y las sonrisas como siempre brotaban allá donde el estuviera. Mi maestro, mi padre, seguía su filosofía de vida y yo empezaba a practicar la mía. Nuevas amistades y en especial una, Montse; tan agradable, tan rencorosa… Pero eran cosas mías, heridas abiertas sin curar.

Dicha amistad encajaba muy bien con mi ser y pronto floreció un cariño especial. Pero se pudrieron los posibles recuerdos ilusos de tiempo pasado. Su cumpleaños se acercaba y mi tristeza aumentaba. Aunque disfrutara sacando una fina sonrisa, algo no terminaba de funcionar. Me sentía perforado y aterrado… ¿Era posible acaso llegar a sentir algo mas que amistad?

Una amiga asentía con la cabeza cada vez que la nombraba y sus preguntas inundaban mis oídos desconectados. Fuera de mi por alguna razón, llego una aparente carga explosiva, Ella volvió a un estado de estupidez caprichosa conocida como ceguera adolescente y yo… bueno yo no sabia que pasaba.

El día del cumpleaños llego con armonía y mi estado anímico era más bien depresivo. El hermano de Monik pendiente de juicio, ella acompañada y yo con esa pena. Ahora bien, sinceramente y de corazón he de admitir que en ningún momento llegue a sentir nada mas por Ella que un poco que rabia por el estado en que estaba y lo único que pensaba era un “ya se dará la castaña”.

Pensando ocultar mi estado inexplicable en alcohol, la cosa empeoro. Y la noche acabo con una agresión innecesaria y un manto de lágrimas.

Al despertar de aquella pesadilla fui a ver a una de las personas que mas aprecio a buscar alguna respuesta, pero nada. De nuevo volvía a llorar al descender esas escaleras.

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