domingo, 2 de mayo de 2010

Tequila Sunrise

Llevo un día bastante peculiar, perdida en mis pensamientos y me siento tan sola como ayer. A pesar de ir acompañada de mi mejor amiga Jennifer, cruzar la ciudad al borde del medio día es un castigo para cualquier mente. Ansiosa por salir del coche aparco en el primer hueco que veo y me llevo arrastras a mi amiga a la primera cafetería que vea. Entramos en una un tanto peculiar. Parket y terciopelo granate, tonos dorados que reinaban el lujoso local. Cuanta elegancia y exclusividad. Tomamos asiento y empezamos ha hablar después de haber estado durante cerca de dos horas cantando canciones de Camila en medio del horrible atasco.

Iris, estas muy rara. - Me pregunta Jennifer-
¿A que te refieres? - Contesto yo
No lo se, pero te noto activa y ausente.
Sensaciones incompatibles, a mi parecer... - Respondo con intriga
Que va. Hoy no eres la misma. Tienes que aprender a tomar las riendas de tu vida.
Damiselas, bienvenidas. ¿Que les puedo ofrecer? - Interrumpe una masculina voz

Levanto mi mirada y sorprendida por un esbelto barón de unos 30 años moreno y con cara simpática. Percha de un elegante pantalón pinzado, una camisa sedosa clara con corbata y un chaleco italiano.

Dos Tequilas Sunrise por favor. - Responso tras una alargada pausa
A su servicio. My Lady.

No podía de dejar de mirarle el culo mientras danzaba hacia la barra y al poco tiempo volvía con nuestras bebidas. Jennifer de mientras hablaba, pero admito que no le presto atención. Estoy hechizada por el.

Deseo cumplido – Contesta él mientras pone a nuestra disposición las copas.

Dos tequilas y medio después, noto como mi cuerpo arde por dentro y mis bragitas se van humedeciendo poco a poco. ¿Sera el tequila? ¿El hecho que desde un rato me estoy acariciando el lóbulo de la oreja con ternura? ¿O quizás el hecho de que no pueda de dejar de mirar al desconocido camarero mientras se desenvuelve en la barra entre sus compañeros?. Creo que todo influye y me levanto decidida hacia la barra para pedirle la llave del lavabo. Tras dármela me dirijo hacia este con algo de prisa. Tengo la necesidad de tocarme, no aguanto este sofoco. Introduzco la llave en el pomo y la saco de golpe, tengo una idea mejor. Me dirijo de nuevo a la barra mientras con sorpresa el camarero me observa.

Disculpa, la puerta no se abre
Le ayudare, puede que este mal cerrada. Alguna vez ya paso señorita. Lamento las molestias que le pueda causar esta incidencia.

Mientras él abría la puerta con una lógica facilidad y algo sorprendido por ello; yo lo cojo por la cintura y le empiezo a besar el cuello. Él se gira a la defensiva y yo le tomo de su corbata con firmeza y entro con él a un cuarto de que pone privado.

Me desahogo de mi blusa escotada y pongo su cabeza entre mis pechos erectos. Poco a poco va cogiendo la química de mi juego mientras le bajo la bragueta y empiezo a acariciar su pene que poco a poco se va poniendo erecto y caliente. Tras el primer rifirrafe desnudamos por completo nuestros torsos y empezamos a besarnos en la oscuridad La lujuria invade el anónimo cuarto sin saber que hay y que no. Vamos danzando en la oscuridad rozando nuestros cuerpos mientras le masturbo rápidamente, hasta que topamos con algo.

Él me toma de la cintura y me sienta en una especie de nevera y mete su cabeza entre mis piernas. Noto su lengua caliente a través de mis húmedas braguillas mientras juego con mis dedos envueltos en saliva con mis pezones erectos. La minifalda desaparece tras bajarme la cremallera y las bragitas bajan atrapadas entre sus dientes. Yo desnuda a merced de su lengua y sus dedos estoy ansiosa. Descalzada empiezo a masturbarle con los pies entretanto él, aun mas excitado, pierde su lengua dentro de mi. Finalmente decide deshacerse de la ropa que le queda y se acerca a mi cuerpo.

Noto su pene robusto rozando mi vagina y danzando por el exterior desde el clítoris al orificio de la vagina. De golpe se abre la puerta y aparece Jennifer preguntado por mi, algo extrañada. Se enciende la luz y nos encuentra en el acto. Su cara de espanto lucha con su expresión de sorpresa.

Rápidamente la tomo de las muñecas, la meto hacia dentro del cuarto y cierro la puerta. Por autoreflejo se muestra algo reticente a lo que ve y su expresión muestra miedo pues asimila mis intenciones. Pero mi mente es mas rápida. Tomo la corbata y la amordazo. La tumbamos forzadamente en un largo banco, que utilizan ellos en aquel almacén vestidor, y la desnudo con algo de prisa para lamer su vagina mientras ella me apretá la cabeza entre sus muslos. Yo estoy de rodillas inclinada hacia adelante encima del mismo banco que ella mientras prosigo con mi experimental y novedoso manjar.

De golpe noto como me penetran por detrás suavemente y aumenta el ritmo lentamente, quizás a la misma velocidad que disminuye la presión de las nalgas de mi amiga. Tras unos instantes de nuevo la puerta se abre y dos siluetas sonrientes e igual de excitantes para mi entran. El turno de la tarde parece que llega antes y yo insaciable. “Bienvenidos, acercaos sin miedo”. Mi primera victima se sienta sorprendida en el banco empalmado y mi amiga, ya excitada, no para de masturbarse. Ellos, los nuevos, empalmados miran ipsofactos la extraña escena mientras yo ya tengo uno de sus penes en la boca y el otro entre mis manos.

Mi amiga medio borracha de tequila y placer se levanta, los desnuda y me ayuda con ellos. Desde el banco mi cómplice se masturba con esmero al ver tal escena. Y yo que soy muy altruista rápidamente me siento sobre el huérfano pene de mi amigo mientras me traigo uno de los afortunados al alcance de mi boca para continuar la felación.

A rato me encontraba encima de mi desconocido favorito danzando con mis pechos entre sus labios mientras otro penetraba mi hasta hoy virgen ano con especial tacto. Me notaba completa, cachonda y algo agotada. A parte, Jennifer disfrutaba sentada en la nevera con el suyo que no abandono desde que entro. Durante unos 10 minutos la sala se lleno de gemidos y un aroma afrutado de nuestros cuerpos exaltados.

Finalmente uno a uno vamos cayendo en el orgasmo y en el abandono de nuestras fuerzas. Me notaba algo sucia y muy agotada, pero feliz.

Tras una pausa para tomar aliento, uno a uno nos fuimos vistiendo y danzamos fuera de la sala como si no pasara nada. Abandonamos el local sin pagar y una vez subidas en el coche totalmente enrojecida miro a mi amiga y una suave voz dice:

Jennifer, lo siento. Yo...
Iris. Has bebido mucho, esto no me lo vuelvas a hacer.
No se por que, pero...
No hay escusas, sabes. ¡No se puede conducir bebida! Vayamos andado a mi casa, comamos algo, te dejo algo de ropa y luego vamos a tomar algo...

Jennifer finalmente sonrió con una novedosa picardia. Y yo no puedo responder nada mas que con un eufórico “¡Vale!”

No hay comentarios:

Publicar un comentario